HISTORIA DE HORROR DEL ABORTO LEGAL EN CALIFORNIA

Lo que vio una enfermera... (no de Ginemedex)

En septiembre de 1993, Brenda Pratt Schaffer, una enfermera recibida con trece años de experiencia, fue asignada por su agencia de enfermeras a una clínica de abortos. Como ella misma se consideraba a favor de una ‘decisión propia' [= a favor de elegir el aborto], no pensó que iba a tener algún problema en su trabajo. Pero estaba muy equivocada.

"Estuve junto al doctor mientras hacía un aborto después de un nacimiento parcial en una mujer que tenía seis meses de embarazo. El corazón del bebé se veía claramente en la pantalla del ultrasonido. El doctor sacó el cuerpo y los brazos del bebé, todo menos su pequeña cabeza. El bebé se movía. Sus pequeños dedos se juntaban, daba de patadas. El doctor tomó unas tijeras y las encajó en la cabeza del bebé, sus manos se desplomaron inmediatamente con una reacción de sorpresa, como lo hace un bebé cuando cree que caerá. Entonces el doctor abrió las tijeras y metió un tubo de succión en el hoyo de su cabeza y le sacó el cerebro. De esta manera el bebé murió.

"Nunca regresé a esa clínica. Pero hasta hoy todavía me persigue el recuerdo de la cara de ese bebé. Era la cara más perfecta y angelical que jamás había visto".

Fuente: La cruz de California, agosto de 1998, p. 12.

El aborto por nacimiento parcial, supuestamente practicado en Barcelona, España.

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“Fue horrible, horrible.”

Yeni fue asistente médico y recepcionista en la Clínica para la Mujer de Hoy, un centro de abortos en Chula Vista, California. El periódico La Cruz de California la entrevistó y el artículo fue publicado enero del 2005. A continuación reproducimos parte de dicha entrevista.

"La primera vez que asistí al doctor casi me desmayo. No veía ni oía. Estaba muy impresionada por la sangre y los gritos de la muchacha. Me sacaron de ahí y le dije a Sonia (otra empleada de la clínica [1]), que no podía, pero me aconsejaron que tratara uno más. En el segundo aborto me di cuenta de que podía sobrellevarlo. Pasaron las semanas y a pesar de lo feo del trabajo estaba aprendiendo muchas cosas de medicina. Hice mi plan de aguantar en la clínica hasta tener algo de experiencia para solicitar trabajo en alguna otra parte. Después vinieron unos abortos de bebés de 5 ó 6 meses y se me hacía casi imposible continuar. A los tres meses renuncié. Pero la presión de las cuentas por pagar, las deudas y mi situación de madre soltera me obligaron a volver a trabajar en la clínica. Hasta la fecha me he salido y he vuelto tres veces. Yo misma no puedo creer que esté aquí por dinero, es lo más absurdo. Gano 8.50 dólares la hora aquí. Pero por querer hacer una carrera de asistente médico pensé que era lo mejor que podía hacer y desgraciadamente me quedé".

A continuación Yeni nos explica en qué consistía su trabajo:

"El doctor se sienta frente a la paciente. La paciente está acostada, consciente. Como si fuera a hacer un parto. Yo le paso al doctor la anestesia local y le voy pasando los instrumentos. Estoy viendo todo. Nuestro doctor es bastante mayor de edad (84 años) y usa una técnica antigua. [El 29 de septiembre del 2004 la agencia que supervisa a los médicos en California le retiró la licencia a este médico, el Dr. Phillip Rand.] Primero pone el espejo. Después mide la profundidad del útero. Enseguida abre el cuello de la matriz con un dilatador para que sea más fácil. Entonces introduce una varillita con un anillo en la punta con el que raspa. El anillo no está filoso pero a muchas mujeres les duele el raspado y lloran o gritan. Cuando el bebé es menor de tres meses se desbarata completamente. Cuando el doctor siente que ya lo desprendió completamente introduce algo igual a un popote [absorbente]. La boquilla exterior del popote se conecta a una aspiradora. Entonces aspira todo lo que desbarató. Todo lo que aspiró entra a un frasco. Se ve sangre, pedacitos, tejido, como carnita desbaratada. Todo sale despedazado. Este es el procedimiento para 8 semanas o menos.

"Cuando ya tienen como doce semanas, entonces el doctor los saca con unas tenazas. Los saca a pedazos. Revisa cada parte que saca y la va poniendo en una charola que está debajo. Cuando termina el procedimiento yo tengo que colar todo. Los colamos para separar las partes y la sangre. Ponemos todas las partes en un frasco que va al laboratorio. Es impresionante lo bien definidos que están, no puedes creer lo que estás viendo. Ahí ves manitas perfectas más chiquitas que las de una muñeca Barbie. Puedes ver los intestinos, las costillitas, las caritas, la cabecita aplastada. Entre las partes se puede distinguir si era niño o niña. Me da mucha tristeza ver los frascos. Cuesta mucho trabajo ver todo esto. Ver todo lo que se cae al piso, o por ejemplo quitar un piecito de los instrumentos".

Y agregó: "Una muchacha que trabajaba aquí me platicó que un día llegó a su casa con una manita pegada en el uniforme, cerca de su hombro. Ella por supuesto no se había dado cuenta hasta que su esposo se lo dijo".

Prosiguió Yeni desahogando lo que sucede en el interior de la clínica: "Cuando la paciente tiene más de 3 meses de embarazo tenemos que prepararla para que vuelva al siguiente día ya dilatada. Las terminaciones grandes [abortos tardíos] son muy impresionantes. Yo he visto tres fetos que han salido completos. En una ocasión se vio la manita salir del útero. La manita se movía. Pero el más impresionante fue el bebito que salió respirando. Esa vez hasta el doctor se puso mal".

Y explicó: "La muchacha vivía en Tijuana. Le pusieron las laminarias (dilatadores) por dos días. El bebé tenía cinco meses y medio. Ella no tenía carro y se vino caminando a la clínica. Entonces como que hizo mucho trabajo de parto. Cuando el doctor empezó a trabajarla el bebé salió casi sin ayuda. El niño salió respirando y ahí se murió. Como al minuto cambió de color, se puso morado. Las asistentes se sintieron muy mal. No quisieron ponerlo en el recipiente. El doctor tuvo que hacerlo. Todos tuvieron una impresión muy fuerte. Más tarde vi al doctor en su oficina. Tenía la mirada como perdida, fija en la pared. Después habló por teléfono con alguien contando lo que acababa de pasar".

Yeni hace una pausa. Quiere seguir hablando pero se le hace un nudo en la garganta. La entrevista se ha tornado más amarga, triste. Es una confesión.

"Desde hace unos días ha venido un doctor substituto. Él es más joven y tiene otra técnica diferente. No hace el raspado del útero, sólo usa la aspiradora. El domingo pasado ya no aguantaba por que hicimos terminaciones grandes, como de cuatro meses. Usó una técnica que nunca había visto. Dividió la pantalla del ultrasonido en dos y usó el aparato durante todo el procedimiento.

"Comúnmente lo que ves en el ultrasonido es que el niño se chupa el dedo o juega. Pero en esta ocasión, cuando el doctor empezaba a hacer las aspiraciones veías que el niño se estaba moviendo, como que le estaba doliendo porque lo estaban jalando o le estaban arrancando algo. Fue horrible, horrible.

"Yo siento el procedimiento como si me lo estuvieran haciendo a mí. Quiero que termine rápido. No lo quiero ver y lo tengo que ver. Es como una penitencia por el aborto que yo me hice practicar. Con cada paciente vuelvo a revivir lo mismo y siento lo mismo. Parece que me lo están volviendo a hacer a mí. Como para que no se me olvide. Que nunca se me olvide lo que pasó y me duele.”

Explicó: "En la mayoría de los casos que atendemos no hay ninguna causa grave [2]. Antes les preguntaba cual era su situación, pero ya no les pregunto porque son las mismas respuestas tontas. Siento coraje de que vengan a abortar tan quitadas de la pena. Haciendo bromas. Riéndose. Una que estaba en la recepción me dijo haciéndose la chistosa: Pues dame una patada para que se me salga."

"Cuando yo me lo hice practicar iba totalmente como en shock. No me justifico. Pero aquí he visto que casi todas llegan como si vinieran a hacerse un facial. Son muy egoístas. Una señora como de 38 años llegó y me dijo: ‘O es bebito, o es quince años de mi hija. Mi hija no tiene la culpa de que yo haya salido embarazada’.

“Hemos tenido señoras que vienen como pacientes y después traen a la hija. Tenemos pacientes que a los tres meses vienen otra vez. Hay una paciente que lleva como 8 abortos. Hasta el doctor le dijo que el décimo se lo iba a practicar de gratis. Otra llegó por que se iba a casar y quería hacerse practicar el aborto antes de la luna de miel.

"Si el doctor les dice que vienen gemelos, o que ya está muy grande, que lo vean en el ultrasonido, tampoco les importa. No puedo dejar de sentir coraje contra la paciente, contra el doctor y contra mí misma. Es inútil estar aquí. No estamos haciendo nada bueno. Estoy muy enojada conmigo misma. Me siento muy desgastada. Siento que no soy la misma persona.

"Al tercer día del estreno, fuimos a ver la película de La Pasión de Cristo de Mel Gibson. Créeme que fue algo muy fuerte. Cuando veía cómo golpeaban a Jesús y los instrumentos que usaban, los comparaba con los instrumentos que usa el doctor. Todo lo que hacemos en la clínica lo vi en la película... tanta sangre derramada. No podía parar de llorar en el cine. También se ve en la película al diablo como un enanito, como un feto. Yo me quería morir. Al siguiente día le dije a Sonia que teníamos que salirnos de trabajar en la clínica. Ella también vio la película y nos acordamos que en la cinta dijeron que el que a hierro mata, a hierro muere. Nos dio mucho miedo porque hacía sólo unos meses que nuestra gerente de la clínica había sido asesinada por su esposo. Sentimos que algo así nos iba a pasar por lo que estamos haciendo."

Y continuó: "Antes de mi aborto y de trabajar aquí, yo no le tenía miedo a la muerte. Si pensaba en el día en que Dios vendrá por mí pues... aun sabiendo que tenía pecados como todos, no tenía temor. Ahora vivo con ese temor. Siento que no me quiero morir por que no sé con qué cara voy a ver a Dios si me toca verlo.”

Yeni y Sonia dejaron su trabajo en la clínica una semana después de esta entrevista del 27 de septiembre de 2004. Quien fue la supervisora de ellas está considerando renunciar también. Se lo ha dicho por teléfono a la coordinadora de uno de los dos grupos de oración que se reúnen afuera de la clínica. Ellos siguen pidiendo a Dios por ellas y por el cierre definitivo de la clínica. Puede leer este artículo completo en  “La Cruz de California”, http://www.lacruzdecal.com/ed/articles/2005/0501mv.htm.

Notas de Vida Humana Internacional:

[1]. En realidad no se le debe llamar “clínica” a un centro de abortos, porque una clínica es un lugar para curar o intentar curar a los pacientes. Pero no podemos cambiar el texto original de la entrevista y, además, en ella no se usa el término equivocado de “clínica” con la intención deliberada de engañar.

[2]. Ninguna causa, por grave que sea, justifica el aborto directo de un ser humano no nacido. Cuando la vida de la madre peligra, los médicos deben hacer todo lo posible por salvar a ambos: la madre y su criatura por nacer. Si ésta última muere de forma tal que no fue ni directamente causada ni directamente querida, no se trata de un aborto provocado propiamente hablando y, si bien constituye un mal físico, no es un mal moral.

 (Correo enviado el 06/12/2007)