Diumenge 30 –B
Santa Fe del
Penedès, La Granada, El Terme (Parròquia Santa Maria de Foix),
Sant Pere (Santuari de la Mare de Déu
de la Fontsanta, Castell de Subirats)
Dios, en Cristo, se hace encontradizo
Jesús pasa cerca del ciego de
Jericó, el cual le grita pidiéndole auxilio. No es ninguna casualidad que Jesús
pasara cerca pues, en Jesús, Dios se ha acercado a la humanidad que vive en la
oscuridad, en la ceguera del pecado, y en necesidad de la luz de Dios.
Se acerca el Adviento y
escucharemos de nuevo las palabras del profeta: “El pueblo que vivía en las
tinieblas ha contemplado una gran luz”.
Dios se ha acercado a
nosotros, se nos ha hecho encontradizo, para que nos lo encontremos por el
camino, bien cerca de nosotros y de nuestras necesidades.
Y para ello,
"el infinito se
ha hecho finito, el Eterno ha entrado en el tiempo", con palabras del Papa Benedicto
XVI en Colonia.
Cristo es la luz que brilla
en las tinieblas de la humanidad! Al ciego Bar-Timeo, Jesús le dice, “tu fe
te ha salvado”, y “al momento recobró la vista”. La fe en Jesús disipa las
tinieblas en nuestra vida y nos capacita para ver a Dios, sentido último de
nuestra vida.
La humanidad, sin la fe en
Jesús, está en las tinieblas. Cuantas barbaridades se han dicho sobre el
hombre, desde la oscuridad de la incredulidad y del ateismo. Se ha dicho que el
hombre es un “rincón oscuro que piensa”, “un tubo digestivo”, “una pasión
inútil”, etc.
Permitidme un breve
testimonio personal sobre como la fe me hizo ver la luz. Durante mis años de
universidad tuve un amigo, mayor que yo, que estudiaba un doctorado. Yo
estudiaba a un nivel inferior y por ello le tenia
mucha admiración, lo consideraba más inteligente que yo. Hablando de Dios, del
alma y del espíritu, me dijo: “todo esto no tiene ningún sentido, pues el ser
humano no es
más
que 25 céntimos (de dólar) de pura química”. Esta frase fue como
un torpedo en la línea de flotación y me hundí hasta el fondo, en la oscuridad
de los abismos. Durante todo el año académico quise, por la vía de la
sola razón, darle, y darme, una respuesta convincente de que estaba equivocado.
Pero no podía encontrar
argumentos convincentes, para demostrar que si existía Dios, el alma, el
espíritu i que no éramos sólo materia.
Entré en una profunda
depresión, y angustia existencial durante todo aquel año académico. Suspendí
todas mis asignaturas, no pude concentrarme para nada, tan profundamente
agobiado estaba.
Al final del curso, fui a
hablar con una persona amiga, una viejecita católica, muy simpática, en la casa
de la cual yo alquilaba una habitación.
Ella me contó luego, que a
pesar de los miles de estudiantes que había visto, ninguno lo había visto tan
atribulado como yo! Le conté lo que me pasaba y como
aquella frase de mi amigo tan inteligente me había hundido en la más densa
oscuridad.
Ella me escuchó atentamente
y, cerrando fuertemente sus puños,
con sus brazos flexionados
delante de mi, me dijo: “Juan, agárrate
fuertemente de tu FE!!” Primero no comprendí qué tenia
que ver la fe con lo que yo le planteaba, pero rápidamente me di cuenta que esa
era la Luz al final del túnel.
Ciertamente, la diferencia
entre mi amigo y yo, no era cosas de más o menos inteligencia. Era cuestión de
tener o no tener FE. De querer o no querer tener
FE!!
Me di cuenta que la Fe ilumina nuestra mente y nos permite “ver” al creador detrás de la creación. Nos permite ver al creador detrás de la obra maravillosa de la anatomía humana, por ejemplo. Más tarde comprendí también que la FE es un acto de amor a Dios, pues, como dice San Pablo, "El amor todo lo cree y todo lo espera".
Luego también supe que el
más grande científico de todos los tiempos, Albert Eisntein, había sido un gran creyente. Aquel hombre,
sinónimo de razón e inteligencia, había expresado su profunda admiración por la
mente que intuía detrás de la creación.
La fe ilumina nuestra razón
y nos permite descubrir el sentido último de nuestra existencia. Somos hijos e
hijas amados y amadas de Dios, frutos de su amor infinito. No somos fruto de ninguna
casualidad o azar. Dios nos ha creado por amor.
La iglesia enseña que la fe
y la razón son las dos alas del espíritu humano: con una sola no volamos. Con
la razón sola, sin la luz de la fe, no
comprendemos nuestra existencia. Pero tampoco nos sirve una fe no razonada,
pues somos seres racionales: aquello que creemos debemos pensarlo y
comprenderlo minimamente.
Una
palabra sobre el ateismo reinante en nuestras sociedades prósperas del primer
mundo
Muchos historiadores
coinciden en decir que las raíces más profundas del ateismo moderno son las
guerras de religión de los siglos 15 y 16. En aquel momento, los cristianos,
los que tenían que ser luz, fueron más bien tiniebla y por ello es grande la
oscuridad.
Europa, después de más de
cien años de interminables guerras entre cristianos (católicos y protestantes)
decidió buscar un fundamento de la convivencia que no tuviera nada que ver con
el Evangelio, con la fe cristiana. De ahí nace el estado aconfesional o laico,
con la separación absoluta entre iglesia y estado. Una separación que se vio
necesaria pues la mezcla se reveló explosiva.
Seamos pues luz para
nuestros hermanos y no cometamos los errores del pasado. Si el que tiene que
ser luz, no es luz, grande será la oscuridad!!
“Vosotros sois la luz del mundo”, nos
dice el Señor. Seamos luz y no tiniebla para nuestros hermanos, para que
descubran en Cristo, como el ciego de Jericó, la Luz que da sentido a la vida.