EL IDEAL DE LA MERCÈ, GLORIA DE HUMANIDAD, DE CATALUÑA Y ESPAÑA EN EL MUNDO ENTERO
(el Ideal de La Mercè, en imágenes)
Del libro "Nuestra Señora de la Mercè",
del padre Miquel d'Esplugues (Primera parte, cap. 2 y epílogo: editorial Ibérica, Barcelona 1916, pp.
21. 273-274)
Íntimamente, esencialmente, la teología de La
Mercè radica en una función altísima de maternidad
divina, dirigida a perpetuar y adaptar, a las vivas necesidades de aquella
época, aquello que en tal función -a semblanza de la obra redentora de Jesús,
Hijo de Dios- hay de más humano y de más delicado y de más esencial; o sea,
poner a los hijos de los hombres en camino de libertad que de derecho les
corresponde como tales y, sobre todo, como hijos de Dios.
Maria, co-redentora del linaje humano, asociada por
el querer divino a todos los aspectos de la redención -igual que Eva lo fue en
todo aquello que alcanza a la perpetuación de la raza humana-, toma forma
visible y se digna a aparecer al mismo tiempo a tres grandes devotos suyos,
para inspirarles una obra que en aquel tiempo era de la mayor importancia
social y cristiana: la de arrancar a los hijos de Jesucristo de la cautividad
material, donde, por el contacto con otras doctrinas, y, sobre todo, por la
barbarie cruelísima con que eran tratados durante su
cautiverio, corrían riesgo de añadir, a la pérdida de la libertad jurídica y
ciudadana, la de la gracia y la de la fe Jesucristo.
El hecho de haberse dignado Nuestra Señora, Santa Maria, a descender a Barcelona
no a la manera de amazona espiritual, o sea, como a capitán esforzada de ningún
linaje de tropa, sino como suavísima redentora de cautivos; de haber enseñado a
cumplir tal redención, no precisamente matando..., sino comerciando ...
civilmente, con dignidad, y en todo caso, si eso hiciera falta, dándose a sus
hijos de la Mercè
en rescate de los que gemían en las prisiones ... ; de constituir el descenso
de Maria santísima una de las glorias religiosas más insignes de todo el mundo
-y no hace falta decir que la mayor de Barcelona, cabeza de nuestra nacionalidad
y obligada informadora de toda la vida de Cataluña-; el carácter mismo de san Pedro
Nolasco, en parte francés, en parte catalán, como lo
fue también el rey Jaime -si bien en todos ellos preponderando mucho el último
carácter; ser al mismo tiempo, Pedro Nolasco y Ramón
de Peñafort, espléndidos representativos de la
caridad y del juicio jurídico, conducidos a las alturas sublimes de la
santidad; todo eso, conjuntamente con otros rasgos de nuestra psicología étnica
y de nuestra vida religiosa, tradicional y auténtica, justifica de sobras que
ellos se hayan puesto bajo el manto divino de Nuestra Señora por excelencia, de
la señora (i majora)
de Barcelona, y que la espiritualidad que sale de ellas -ideal de redención,
anchísima y profunda en todos los órdenes, en el económico, en el político y en
el religioso- lo hayamos denominado con dicha insustituible de "Ideal de la Mercè".
(De la Liturgia de las Horas, lectura del día de la solemnidad de la Santa
María de la Mercè.)