498 MARTIRES ESPAÑOLES BEATIFICADOS HOY 28 DE OCTUBRE DE 2007
Autor: Jesus Marti Ballester
(Aclaració Important: aquesta pàgina no pretén condemnar ningú, ni dir que uns van ser els bons i els altres els dolents. Sols pretén mostrar la valentia admirable d’aquells i aquelles que van donar la vida per defensar la seva FE. A la guerra civil hi va haver atrocitats als dos costats. I després de la Guerra hi va haver la lamentable repressió franquista amb les seves pròpies atrocitats, davant les quals l’Església, que sortia d’un persecució terrible, no va ser prou valenta per denunciar-les amb contundència.
No comparto necesariamente todas las afirmaciones del Padre Jesús M. Ballester. El artículo se incluye pues describe muchos casos poco conocidos de martirios especialmente heroicos.
Mn. Joan Manuel Serra, webmaster)
ESTOS SON LOS QUE VIENEN DE LA GRAN TRIBULACIÓN
” La beatificación de los 498 mártires españoles ha producido una amplia
polémica sobre todo desde los sectores que apoyan la actual situación creada
por la Ley de Memoria Histórica”.
Ha sido mal interpretada, porque no se sabe ver la dimensión espiritual.
La beatificación de los mártires nos recuerda que la Guerra Civil no fue una
historia de buenos y malos, donde unos ponían la sangre y otros el plomo. La
beatificación de los mártires nos recuerda que durante la Segunda República, se
estimuló y exacerbó el odio antirreligioso y la cacería indiscriminada de los
católicos se convirtió en una furia, que parecía más diabólica que humana,
porque no se explica que hombres y mujeres totalmente normales, que unos días
antes convivían tranquilamente y en paz, de la noche a la mañana se
convirtieron en fieras homicidas peores que las fieras de la selva, porque que
ni los tigres ni las panteras, ni los leones del Coliseo Romano, jamás hubieran
cortado a un obispo, como al de Cuenca, los testículos para comérselos fritos,
¡qué aberración! A un sacerdote le desollaron los pies y lo hicieron caminar
hacia el cementerio para matarlo, y allí llegó chorreando sangre. A otro lo
enterraron vivo con el aparato genital en la boca. Al Cura de Museros le pasearon desnudo por el pueblo, le subieron al
balcón de la casa abadía y le cortaron uno a uno los dedos de las manos. Se
acusa al catolicismo español –y a su Iglesia—de ayudar a Franco, fue al revés,
fue él quien ayudó a la Iglesia y le reconstruyó las catedrales y los templos
destruidos. En la Asamblea conjunta de Obispos y sacerdotes del año 1971, unos
jóvenes sacerdotes inexpertos, por jóvenes que no la habían vivido,
pretendieron que la Iglesia pidiera perdón, no se a quién, por la guerra y el
Arzobispo emérito de Oviedo, Don Gabino Díaz Merchán, a quien habían asesinado
a su padre y a su madre quedando huérfano a los 10 años con su hermanita
pequeña, contestó, o sea, ¿que yo debo pedir perdón a los verdugos de mis
padres?. Por eso yo no puedo dejar de razonar: La
guerra civil es el contexto sociopolítico en que se produce el martirio; pero
ellos son víctimas, no de una guerra civil, sino de una persecución religiosa,
dos conceptos totalmente distintos. En las guerras hay muertos, no víctimas,
hay caídos, no mártires. Los mártires beatificados nunca fueron a la guerra;
eran personas pacíficas, que vivían en sus conventos, en sus casas, en sus
parroquias y comunidades, y los mataron porque eran religiosos, católicos,
personas de fe. Pero, la persecución religiosa había empezado mucho antes.
LA GUERRA CIVIL
Francisco Largo Caballero,
líder de la UGT y del PSOE durante 30 años. y
Presidente del Consejo de Ministros con la misión de organizar un Estado
revolucionario sobre las ruinas del republicano, había dicho: «El día de la
venganza no dejaremos piedra sobre piedra de esta España» y la diputada
Margarita Nelken, gritaba en el Parlamento: «Pero ni
la revolución rusa nos sirve de modelo porque necesitamos llamaradas
gigantescas que se vean en todo el planeta y oleadas de sangre que enrojezcan
los mares». Sólo en el mes y medio entre las elecciones de febrero hasta el 31
de marzo, fueron incendiadas o profanadas 411 iglesias. Hubo 74 muertos y 345
heridos en todos los alborotos y algaradas que se produjeron. Y siguieron los
incendios y atropellos, los asaltos y las bombas, culminando con el asesinato
del diputado de Acción Popular, José Calvo Sotelo y
el levantamiento militar. Juan Pablo II con motivo del Gran Jubileo del Año
2000, solicitó el número y catálogo de los mártires cristianos del siglo XX.
Según el historiador valenciano Vicente Cárcel Ortí
catalogó diez mil mártires españoles asesinados: 13 obispos, 7000 sacerdotes,
religiosos y religiosas y 3000 mil seglares. Dijo Ortega y Gasset,
que Roma no se hundió por los bárbaros, sino por la incapacidad de sus
conductores políticos. Eso era entonces. En aquellos momentos y en estos, hay
que añadir la maldad a la incapacidad. Les creen huérfanos de ideas, pero no.
Las tienen. Las juzgan descabelladas, pero no. Son funestas. Iglesias
destruidas y pasto de las llamas, ornamentos sagrados profanados, cementerios
violados, momias de monjas de monasterios desenterradas y expuestas a las
burlas de las gentes en las calles, procesiones sacrílegas, catedrales y
templos destinados a garajes y a almacenes o mercados, imágenes sagradas
tiroteadas, caza de sacerdotes, torturas crueles e inauditas, checas infernales.
Que a algunos les moleste y les crispe que se recuerden las atrocidades
cometidas contra los sacerdotes y las monjas y los laicos católicos en Espana entre los años 34 y 37, es natural, porque prefieren
inocular la ponzoña de la memoria selectiva, no les gusta la verdad, porque es
amarga y acusadora y viven de la mentira.
SILENCIO SOBRE LOS MARTIRES
Profusamente se ha escrito del nazismo y de sus crímenes, pero muy poco
de las matanzas perpetradas en nombre del comunismo. Durante mucho tiempo los intelectuales
no han querido ver las barbaridades protagonizadas por quienes en nombre del
pueblo torturaron y asesinaron a quienes no compartían sus ideas. Como párroco
yo tenía seminaristas feligreses que me dejaban aturdido cuando venían de
vacaciones: no me era posible entender con qué ideas venían del seminario, eran
marxistas solapados. Infiltraciones, inoculación del veneno de lo moderno, de
lo intelectual al día. Ignorancia. “Tuta Chiesa e inficionata”, se
lamentaba Pablo VI. Silencio sobre lo que ocurría en los países dominados por
el marxismo. También sobre que ha ocurrido con la persecución religiosa, objeto
de un genocidio espeluznante a lo largo del siglo XX. Silencio. Miedo.
Cobardía. Ignorancia. Durante los años 37 y 38, Stalin
fusiló a 106.000 sacerdotes ortodoxos. Entre el 34 y el 37, en España fueron
asesinados 4.184 sacerdotes diocesanos, 2.365 religiosos, 283 monjas y 13
obispos. De ellos, 498 hoy son proclamados mártires. No ofendieron a nadie ni
impusieron su fe. Al martirio eran conducidos inermes. En el momento de morir
no llevaban ningún arma ni carné de partido. Ni opusieron resistencia, e
incluso, sublime, perdonaron a sus verdugos.
¿DONDE ESTA LA DEMOCRACIA?
Esta atrocidad, perfectamente probada y documentada, debería unir a los
demócratas de buena voluntad, de izquierdas o de derechas, para reprobar sin
ambages crímenes tan atroces y tan execrables. Porque, en efecto, hay que
condenar los asesinatos en las cunetas y demás tropelias
del franquismo. Pero también es importante condenar el holocausto del clero en
la España de la República, perpetrado con el consentimiento de las autoridades
del momento, acompañado de quema de conventos, expolio de iglesias y
persecución de todo lo que olía a religión.
NI SE QUIERE VER, NI SE HA PODIDO VER POR EL OCULTISMO
El problema es que hay ahora mismo una clase de izquierda que prefiere no
ver aquello, que le molesta recordarlo, y que se dedica incluso a acusar a la
Iglesia de estar politizada por promover la beatificación de sus mártires, que
denuncia que se quiera elevar a los altares únicamente la memoria del bando
vencedor de la guerra. ¿Acaso habría que beatificar también a los verdugos? Es
lo que Don Gabino Diaz Merchán, preguntó cuando se
planteó la cuestión, como he dicho antes. A juicio de esta izquierda, la
democracia debe condenar lo ocurrido durante la dictadura, pero no las
tropelías de la República. Sobre esas tan despóticas y terribles, hay que pasar
de puntillas, deprisa, sin mirar, o mirando para otro lado, pues las víctimas
del Frente Popular son «los herederos naturales del franquismo», y los
fusilados por el régimen de Franco, siempre previo juicio y abogados y
garantes, son considerados «padres heroicos» de la actual democracia. Don
Eugenio Laguarda, paisano mío, a quien dejaron muerto
despeñado en un barranco, que ha sobrevivido durante 40 años con una bala
alojada en su cabeza, escribió en defensa de su asesino, que reconoció y le
salvó la vida
ES HORA DE DESVELAR LA VERDAD OCULTA
¿Que tipo de democracia
tenían los comunistas que fusilaron a 45 maristas el 28 de octubre del 36 en el
cementerio de Montcada, por no haber renunciado a su
fe, o que clase de demócratas eran los asesinos de Apolonia
Lizarraga, priora de las carmelitas de Barcelona, que
después de ser encarcelada en la checa San Elías fue aserrada viva,
descuartizada y arrojado a los cerdos. O qué concepto de democracia tenía el «Jorobado», un energúmeno que cebaba a sus cerdos con la
carne humana de los frailes que iba matando. O los que amputaron los genitales
de Antonio Tost antes de liquidarlo con dos tiros, o
los verdugos de Santiago Mosquera, un niño de 16 años, estudiante en los padres
jesuitas, al que fusilaron en Villanueva de Acardete
(Toledo) y remataron con un pico después de haber sobrevivido a la ejecución. O
los criminales que tras disparar contra Visitación Marcela Morán Otero, hermana
del sacerdote de Mentrida, le pusieron una soga al
cuello y la arrastraron por todo el cementerio hasta llevarla a una fosa
común. O los que amputaron las dos orejas y castraron a Enrique Corral Reigen Urda. Los que ataron a Andrés Salgado a un palo de
telégrafo y le metieron la escopeta por la boca para atravesarle la cabeza. Los
que rociaron con gasolina el cuerpo de lsabelino Madrofial, párroco de la Nava de Ricomalillo, y le quemaron en un descampado. Los que
abofetearon y apalearon a Julián Muñoz Cuesta antes de afeitarle con navajas
melladas y clavarle leznas de zapatero al rojo vivo. Los que obligaron a
Vicente Núñez Alcazar a destruir su
propia iglesia, o los que cortaron un pecho a Maria de la Piedad Suárez de
Figueroa, después de haberla violada repetidas veces cada uno de sus asesinos.
EL DEBER DE TESTIMONIAR SU CONDENA
Estos crímenes, extraídos al azar entre miles, avergüenzan a cualquier
demócrata, pero hay demócratas que no los quieren ver, que acusan a la Iglesia
de hacer política por recordar el martirio de sus hijos fieles e inocentes de
lo que se les calumniaba y conscientes de que morían por Dios y perdonando a
sus verdugos. Don Rogelio Chillida, Magistral eximio
de Valencia, regaló su reloj al verdugo, cerca de Silla, donde fue fusilado. En
una situación normal y en un país normal sería lógico que el presidente del
Gobierno de España y todos sus ministros asistieran en Roma a los actos que
desde hoy van a recordarnos aquella barbarie tan horrible, aquel genocidio
diabólico.
PROHIBIDO HONRAR JUSTAMENTE EL HEROISMO DE SUS HIJOS MARTIRES
En lugar de pedir perdón al pueblo que gobiernan y en cuyo nombre
actuaban ilícita e ilegalmente, algunos se dedican a cuestionar a la Iglesia
por honrar a sus mártires, superados todos los procesos y trámites canónicos,
sin necesidad de milagros, porque el milagro era que fueran alegres e
indefensos y serenos al martirio. Ese es el mayor milagro, superar el instinto
de vivir, inserto en la humana naturaleza. Sin la fuerza de la asistencia de
Dios, no se puede entender. Pero eso sí, promueven homenajes en algunos pueblos
y capitales a individuos que se sabe que fueron auténticos asesinos de
sacerdotes. Es la otra cara de la memoria histórica. La otra verdad incómoda
que algunos no quieren recordar. Y mucho menos, condenar.
¿HAY OPCION LOGICA Y HUMANA Y LEGÍTIMA?
Y yo me sigo interrogando:
¿Qué podía hacer la Iglesia en situación tan desesperada y tan desamparada,
sino aceptar la mano que se le ofrecía para defenderla? Se daba una opción
lógica y legítima de optar por el que te está matando y exterminando y el que
te está ayudando y defendiendo? Cuando te están
tirando por un precipicio y te echan una mano para salvarte del despeñamiento,
miras de qué color es la cuerda? Era una situación de
vida o muerte. Hay que haberlo vivido. En frío no se puede juzgar con
objetividad. En mi casa se vivió con enorme zozobra aquella situación. En mi
casa vivía con nosotros mi tía, hermana de mi madre, religiosa, y sus hermanas
de Congregación, casi todas de Mallorca, buscaron también en mi familia su
refugio. ¿Yo, seminarista, habría podido llegar a ser sacerdote?
MI CALVARIO
¿Puedo contar mi historia?
Yo era un seminarista, que había terminado cuarto curso de latín. Tenía 14
años. No me había desarrollado aún y era muy pequeño de estatura, ahora mido 1,
72. En mi casa estábamos todos en la cama. Llaman a la puerta. Salió mi padre a
abrir. Son dos señoritos. Dicen que van a registrar
la casa. Al entrar en mi habitación me preguntan el nombre. Al oir que me llamo Jesús Martí, dicen: “Creíamos encontrar a
un hombre y nos encontramos con un niño”. Venían en busca de un cura. ¿Qué había ocurrido para originar tal confusión. Un
sacerdote muy amigo de casa fue denunciado como sacerdote por su portera.
Registraron su casa y encontraron una carta mía, como tuteo al sacerdote, creen
que yo también lo soy. Lo registran todo y me entregan al Comité Comunista con
el anuncio de que mañana volverán a por mí. A mi madre le dicen: Tiene suerte
de que tiene 14 años, si tuviera 16 se quedaría sin hijo. ¡Qué palabras para
decirlas a una madre estremecida de dolor! ¡Qué noche pasamos! Al día siguiente
al Comité, llegan y se me llevan. Yo rezando el acto de contrición incesantemente
seguro de que me iban a matar… El pueblo consternado. Frente al Ayuntamiento de
Valencia tienen una finca requisada. Allí me detienen y se hartan de hacerme
preguntas. En la habitación contigua oigo la voz del sacerdote amigo y la de su
padre.
Y TIÑERON SUS TÚNICAS CON LA SANGRE DEL CORDERO
Al día siguiente fueron
acribillados padre e hijo sacerdote en el camino de tránsitos, el sacerdote era
hijo único de esa familia. La madre se queda viuda y desolada con su esposo e
hijo asesinados. A mi me soltaron. En el coche en el que regreso, con mi
padre que me vino a buscar, oigo que dicen: Ese cura tenía las armas en su casa
para ametrallar al pueblo. ¡Me hierve la sangre!. Ese
sacerdote tenía en su casa tantas armas como mi padre en la suya. Las únicas
armas eran el cáliz y los libros del Oficio Divino, del párroco, ya asesinado
también y Siervo de Dios ya, que pudimos rescatar y salvar y conservar,
como diré después ¿Quieren memoria histórica? Ahí tienen un pellizco de la mía.
El Obispo de Málaga, ante el saqueo y el incendio de su palacio llama al
Gobernador Civil una y otra vez. El Gobernador le contesta al Obispo: Me muero
de pena. Envío las fuerzas y me las devuelven. Este era noble. Pero los
irresponsables gobernantes republicanos proveyeron de armas para que pudiesen
traducir en cadáveres el odio que previamente les habían inoculado.
TRECE OBISPOS
Trece obispos, el de Sigüenza, el de Lérida, el de Cuenca, el de Barbastro, el de Segorbe, el de
Jaén, el Auxiliar de Tarragona, el de Ciudad Real, el de Almería, el de Guadix, el de Barcelona, el Huesca y el de Teruel.
En Teruel se celebra el día
7 de febrero la fiesta del Beato padre Polanco y su Vicario General Felipe Ripoll. El Padre Polanco es natural de Buenavista
de Valdavia (Palencia) y profesó como Agustino en
Valladolid. Estudió en Alemania y fue Lector y Maestro en Sagrada Teología.
Rector del Colegio de Valladolid y como Provincial, hizo la visita canónica a
Filipinas, China, América y a las casas de España. En junio de 1935 fue nombrado
Obispo de Teruel y
CERCA DEL CIELO
Misión General de Barcelona. Año 1961. Un acontecimiento sobresaliente.
850 misioneros de toda España, incluso el famoso obispo de la Televisión
americana, Fulton Shen,
Obispo Auxiliar del Cardenal Spellman de Nueva York, predicaron en la ciudad de Barcelona y en su cinturón
metropolitano, durante quince días. El Arzobispo de Valencia me incluyó entre
ellos. Mi centro misional: la Parroquia de Santa Eulalia de Vilapiscina.
Una tarde asistí a la proyección de una película en cartel: Su título: “Cerca
del cielo”. Protagonizada por el célebre Padre Venancio Marcos. El argumento
estaba basado en la vida y martirio del Obispo mártir de Teruel, Padre Polanco.
Me impresionó tanto que ya no le he perdido de vista. El día 7 de febrero celebra
su fiesta la diócesis de Teruel unido a su Vicario General Felipe Ripoll. Mi residencia de verano en esa ciudad me propicia
compartir con mis lectores las siguientes notas sobre los dos nuevos Beatos en
el día de su fiesta en su Diócesis, deseando y esperando que sean del agrado y
provecho de todos.
¿QUIÉN ES EL PADRE POLANCO?
En Buenavista de Valdavia,
pueblo de Palencia, en una humilde familia de labradores nació el Padre Anselmo
Polanco el año 1881. Cuando cumplió los once años entró en Barriosuso
donde estudió Humanidades durante tres años y en 1896, ingresó en el colegio de
Agustinos de Valladolid, del que un tío suyo era rector y vistió el hábito de
San Agustín. Allí enfermó y tuvo que regresar al pueblo, donde viéndole tan
ejemplar, sus paisanos llegaron a creer que «ser fraile es lo mismo que ser
santo». En Navidad de 1904 celebró su primera Misa en el convento de La Vid.
Viajó a Alemania, Filipinas. Hispanoamérica y Estados Unidos. En 1921 alcanza
el grado de Maestro en Sagrada Teología. Su madre, Ángela, le dirá: «Siempre
fuiste buen hijo para tus padres; ahora sé buen padre para tus hijos.» Cargos,
viajes, vivencias de religioso observante, pulieron el carácter de fray Anselmo y dulcificaron su talante.
DON FELIPE RIPOLL
Nació en Teruel el 14 de septiembre de 1878. De niño tenía que recorrer
diez kilómetros para ir al colegio. Estudió en el Seminario Conciliar y fue
ordenado sacerdote el 29 de Marzo de 1901. Su nombramiento de profesor de los
seminaristas, le hace continuar sus estudios. Diez años más tarde fue nombrado
Canónigo y Rector del Seminario. Le atraía la Compañía de Jesús y durante dos
años vivió con los Jesuitas, pero al resentirse su salud, regresó a la
diócesis. Siguió unos años entregado al apostolado seglar, promovió las vocaciones
sacerdotales y religiosas y dedicó mucho tiempo a la dirección espiritual. En
el 1935, el Obispo Polanco, recién llegado a la diócesis, lo nombró Vicario
General. Su fidelidad al obispo fue extraordinaria hasta permanecer con él como
un hermano hasta la muerte. El 8 de Enero de 1938 fue hecho prisionero y
conducido con el obispo Polanco a las cárceles de Valencia, Barcelona, Figueras y Pont de Molins. El 7 de febrero de 1939 fue martirizado en el
Desfiladero de Can Tretze, a la edad de 61 años.
MUCHO TENDRA QUE SUFRIR
El día 21 de junio de 1935 el Padre Polanco fue preconizado obispo de
Teruel. Se preparó con unos Ejercicios Espirituales en la Cartuja de Zaragoza y
recibió la consagración en la iglesia de los Filipinos de Valladolid. Como su
padre estaba enfermo, sólo pudo asistir a la consagración su madre, que cuando
la felicitaban respondía: «No son éstos los mejores tiempos para ser obispo:
mas, en fin, si le matan... ¡qué le vamos a hacer! También los mártires dieron
su sangre por Jesucristo.» «Mucho tendrá que sufrir, pero más sufrió el Hijo de
la Virgen.» En octubre de 1935 hizo su entrada en la diócesis de Teruel. Al
tomar posesión dijo: “He venido a dar la vida por mis ovejas”. En el gobierno
de la Diócesis brilló por su celo pastoral, por la pureza y santidad de
costumbres, su amor a los pobres, su intensa vida de oración y austeridad,
privándose de lo necesario para dárselo a los más necesitados.
SU
RITMO DE VIDA DIARIO
Se levantaba a las cinco de
la madrugada. Celebraba la Misa y dicen que infundía respeto después de haber
celebrado. Luego oía otra misa. Después rezaba las horas menores y tomaba un
frugal desayuno. Meditación, estudio, visitas. A la una la comida, sin apenas
vino. Nunca tomó café ni licores. No fumaba y a los que fumaban les decía
bromeando: «El que fume, fume de lo suyo; yo no pago vicios.» Vestía siempre el
hábito de agustino. Tres veces al día visitaba al Santísimo con su familiar, a
parte de sus visitas particulares. Recibía a los sacerdotes sin hacerles
esperar y conversaba con ellos amigablemente. Los niños le acosaban para
besarle el anillo. Les atraía su sonrisa y su bondad. En su corazón una espina:
el “Arrabal”, barrio muy maleado por las doctrinas
marxistas y que sufría las estrecheces de los
trabajadores. Visitaba a las familias necesitadas y les resolvía problemas y la
gente se admiraba de que, disponiendo de tan poco, llegara tan lejos en sus
limosnas. Practicó la visita pastoral, realizada con el esmero que ponía en
todo y confirió órdenes en la Catedral. Quiso que sus sacerdotes hicieran
ejercicios espirituales, pero como no tenía medios para sufragarlos, escribió
al doctor Irurita, obispo de Barcelona, después
mártir como él, pidiéndole ayuda. Irurita le envió
mil pesetas y se pudieron celebrar los Ejercicios, en los que participó y
edificó a todos por su recogimiento y piedad. Uno de los asistentes comentó con
su expresión aragonesa «¡El más majo de todos, el
Obispo, maño!»
LA
SITUACIÓN POLÍTICA DE ESPAÑA
El
16 de febrero de 1936 habría elecciones. El Padre Polanco orientó y animó a sus
diocesanos. Antonio Montero, en su Historia de la persecución religiosa en
España publicada por la BAC, cita y transcribe “La Carta colectiva de los
Obispos españoles a los obispos del mundo entero” de 1 de julio de 1937,
firmada por 49 prelados, entre ellos el de Teruel, Padre Polanco. De esa carta
extraigo este párrafo: «Nuestro régimen de libertad democrática se desquició
por arbitrariedad de la autoridad del Estado y por coacción gubernamental en
pugna con la mayoría de la nación, dándose el caso de que con más de medio
millón de votos de exceso sobre las izquierdas, obtuvieron las derechas 118
diputados menos que el Frente Popular, por haberse anulado las actas de
provincias enteras». El padre Del Fueyo escribe: “Los
otros obispos firmantes la firmaron con tinta y a buen recaudo; él la firmó en
Teruel, primera línea de fuego, ciudad en peligro, y la rubricó después con la
sangre propia en Can Tretze”. El 15 de agosto, fiesta
de la Asunción de la Virgen, muere en Buenavista la
madre del padre Polanco, asistida por él. Rige su diócesis con abnegada
dedicación. En diciembre va a Burgos donde el Nuncio monseñor Antoniutti le ruega que no vuelva a su diócesis. Fray Anselmo le respondió: «yo no puedo faltar de allí.»
«Mi trinchera y mi aprisco es Teruel. Dios y España así lo quieren.»
TERUEL
EN LA GUERRA
La
ciudad de Teruel quedó en el bando de los nacionales. El 3 de agosto la
aviación republicana bombardeó la basílica del Pilar de Zaragoza y allí están
las bombas que milagrosamente no estallaron. En Teruel, el obispo Polanco
presidió en su Catedral el canto del Te Deum y el himno a la Virgen del Pilar,
en acción de gracias. Teruel quedaba rodeada por una línea de frente a pocos
kilómetros de distancia. Por la parte de Corbalán, a
sólo dos kilómetros. Poco a poco fue estrechándose el cerco. Cuando alguien
sugería al obispo la conveniencia de abandonar la ciudad, repetía: «Yo soy el
pastor, no puedo separarme de mi rebaño.» Los incendios de las iglesias, el
asesinato de los sacerdotes de su diócesis y tantos crímenes y desolación le
hacen sufrir indeciblemente. Teruel es atacada por columnas procedentes de
Valencia, Cataluña y Cuenca, que estrangulan el cerco. El padre Polanco padecía
las zozobras y sobresaltos de la guerra, pero mantenía su firme voluntad de
cumplir con su deber.
LA
CATEDRAL BOMBARDEADA
El
bombardeo provocó el hundimiento de su nave izquierda de la Catedral. Allí se
presentó de inmediato el obispo para prestar auxilio a los heridos. Dañado
también el palacio episcopal tuvo que trasladarse al seminario, donde compartió
con soldados y refugiados, la durísima vida de los asediados. Día a día
llegaban párrocos de la diócesis que escapaban aterrados de la persecución.
Allí tuvo ocasión de demostrar su amor y abnegación sin límites. Cuando fueron
liberados los pueblos de la parte de Albarracín, fue
a visitarlos sin reparar en los riesgos. Y cuando alguien se lo hizo notar,
respondió: «Mayores peligros corren en las trincheras.»
GRAN
EMBESTIDA
A
finales de 1936 emprendió el ejército republicano una gran ofensiva por Corbalán, con una intensísima preparación artillera,
secundada por millares de combatientes de las Brigadas Internacionales, pues a
l Frente Popular le interesaba mucho la plaza y tenían hombres y armas en
abundancia. Batalla tras la batalla, la ciudad fue cercada y horrorosamente
asediada y bombardeada 312 veces. El obispo se refugiaba como todos en los
refugios subterráneos y entre el polvo y los escombros, derrumbes y estruendo
de minas, dirigía el rezo del Rosario con lo que la gente, que le llamaba «el
Pararrayos», cobraba ánimos. En medio del peligro, siguió atendiendo a sus
fieles en templos y hospitales.
CARTA
PASTORAL
En marzo de 1937 escribió
una carta pastoral, en la que hablaba de las penalidades de los sacerdotes
perseguidos. Pide perdón para los perseguidores, siguiendo el ejemplo de Cristo
en la cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» Invita a no
volver mal por mal a nadie, a tomar conciencia de la responsabilidad de cada
uno en la reconstrucción de España, con el espíritu de los primeros cristianos
en las Catacumbas, pobres y perseguidos, pero animosos en la tribulación.
Insiste en que se debe rendir culto a Dios, aunque los templos hayan sido
arrasados. Estudia el dolor como prueba y como castigo y se lamenta de la
pérdida de los valores cristianos. En mayo de 1937 asiste al entierro del
arzobispo de Valladolid y abraza a su madre en Buenavista,
que le dice al despedirse: «Anselmo, tú, a ser bueno. La obligación ante todo.»
Y a los presentes: «Su puesto es aquel.» Mujer de fe recia. El adagio latino
nos dirá que ”filii matrizant”, “los hijos se parecen a sus madres”.
LA
OFENSIVA FINAL DEL EJERCITO ROJO
La
ciudad, defendida por menos de cinco mil hombres, fue atacada por doce
divisiones, con un total de 110.000 combatientes bien pertrechados. El 15 de
diciembre de 1937, con un frío siberiano, se desencadenó la gigantesca ofensiva
por tierra y aire. Tras durísimas batallas Teruel quedó rodeada. Se organizó la
resistencia en el edificio del seminario, en donde se habían refugiado muchos
vecinos. 1500 civiles y 1759 militares, con otros 1059, se prepararon para la
defensa. La vida de los sitiados era durísima y el racionamiento estricto. El
padre Polanco nunca aceptó privilegios y prodigó su caridad entre aquella
población civil empavorecida por bombardeos y
derrumbes y dio hasta su propio colchón. En la noche del 24 de diciembre
celebró la misa del Gallo mientras retumbaban los cañonazos y el suelo
retemblaba a cada explosión. Sin tregua el día de Navidad, continuó la lucha
encarnizada. Días de terribles penalidades, sin comida, sin agua, sin medicinas
y con un frío espantoso. A las 9 de la noche del día 7 el coronel Rey
d’Harcourt firmaba el acta de rendición. El obispo Polanco fue evacuado entre
cadáveres y escombros y conducido con otros presos a Valencia.
EN
LAS CÁRCELES
En
Valencia lo tuvieron ocho días en el penal de San Miguel de los Reyes. La
prensa le denostaba. El 17 de enero lo llevaron a Barcelona, al «cuartel Pi y Margall», situado en el
monasterio de las Dominicas de Monte Sión, en la
Rambla de Cataluña-Rosellón. Continuaban las campañas
difamatorias. En mayo de 1938 se le enjuició por haber firmado la carta
colectiva del Episcopado Español. Sobre ella, manifestó al oratoniano
padre Torrent, que ejerciendo en Barcelona las veces
de Ordinario por haber sido martirizado el Dr. Irurita,
le visitaba en su prisión, que en su juicio su defensa sería: « En punto a
doctrina, nada puedo rectificar, es la doctrina de la Iglesia. En cuanto a hechos,
si hay algún error, lo rectificaré con gusto, mas en el hueco del dato erróneo,
eliminado y rectificado, yo puedo colocar otros de los que fui testigo, como
los crímenes de los rojos de Albarracín, que no puedo
ni debo silenciar.» Estuvo en prisión hasta finales de 1938, cuando, terminada
la batalla del Ebro, comenzó la «ofensiva de Cataluña
y los pueblos eran liberados por las fuerzas nacionales. El 25 de enero de
1939, víspera de la entrada de los nacionales en Barcelona, salieron con
dirección a Puigcerdá. El obispo Polanco fue alojado
en un cine, otros en la iglesia. La noche del 26 la pasaron en el tren, el día
27 fueron a Ripoll y desde allí a pie a San Juan de
las Abadesas bajo un aguacero torrencial. El día 31 de enero los prisioneros
mayores fueron conducidos a Figueras hasta Pont de Molins.
EL
MARTIRIO
El día 7 de febrero, a las
10 de la mañana, llegó a Molíns un camión con treinta
hombres armados con fusiles-ametralladores, un teniente y varios suboficiales
que se hicieron cargo de los presos y, después de robarles lo que llevaban, los
ataron de dos en dos por las muñecas con muy malos tratos. El camión tomó la
carretera de Les Escaules. A unos 1200 metros se
detuvo y los presos fueron obligados a subir monte arriba por el cauce seco del
barranco. Allí fueron acribillados. El cadáver del obispo de Teruel tenía la
llamada actitud del gladiador, de los que mueren quemados. Tal vez fue quemado
vivo. El espectáculo macabro que ofrecían los restos destrozados y medio
consumidos por el fuego de 42 víctimas, con sus pertenencias esparcidas
alrededor, fue presenciado por el pastor Pere, de Can Salellas.
Fue tal la impresión que recibió que cuando llegó a casa no podía articular
palabra, demudado y tembloroso. Sólo pudo decir: «íCuántos
muertos!»... Fueron enterrados en el cementerio de Molíns. El cadáver del padre Polanco no ofrecía señales de
putrefacción y el forense quedó enormemente sorprendido al ver brotar sangre
fresca de las encías cuando las punzó para reconocer la dentadura. A ruegos de
las autoridades de Teruel, los restos mortales del padre Polanco fueron
trasladados a la capital de su diócesis. Hoy reposan en la cripta de la
catedral de Teruel. Fue Beatificado por el Papa Juan Pablo II, el 1 de Octubre
de 1995.
ODA
AL OBISPO MARTIR, PADRE ANSELMO POLANCO.
I.
LA ELECCION
El
Espíritu de Jesús Crucificado
Te
eligió y te ungió para que fueras
Honda
raíz de fe y ardiente faro
Como
guía y pastor de tus ovejas.
Cual
ardiente chorro de sangre consagrado
Para
ser ofrecido en santa libación,
Y como
Cristo, tu Señor sacrificado,
Subiendo
su Calvario con El en tu dolor.
Regarás
desde ese manantial la viña,
Reverdecida
en racimos rebosantes,
Para
transformar el desierto con su vida,
Transfigurándolo
en luz vivificante.
En
rojísima rosa llegas convertido
Centelleante
en vigorosa rosaleda,
De
la angustiosa tribulación venido
Con
el Resucitado tras la larga espera.
La
inmensa rosaleda será una rica fuente
Que
vivificará sin fin las peñas áridas,
Proclamando
el glorioso triunfo del Viviente,
Entre
el gigantesco vuelo de las águilas.
II.
EL HOMBRE.
Tu
vida entera como gota de rocío
Sobre
la rosa florecida de tu sangre,
Experimentará
el ardor de su latido
Con
tierno y dolorido amor de padre.
Como
la aurora amanece de la noche
Y
feliz, con su luz engendra el claro día,
Cuando
tu temblor y dolor te sobrecogen
Los
fulgores enciendes de la nueva vida.
Tú,
como delicado y generoso padre,
Tu
dolor olvidando, ascético y austero,
Fiel
y entregado a tus ovejas en tu cárcel,
De
lo que te gustaba y convenía ajeno.
Pagas
tu ardiente fe al precio de tu vida
Y tu
fuerte coraje con el fuego de tu amor;
El
momento se acerca, llega, y te convida
A
que seas trigo de holocausto del Señor.
III.
EL HOLO
Las
sedientas furias de sangre han sacudido
Con
su afán destructor todas las ramas
Crujientes
del gran árbol hacia el precipicio
Para
consumirlo en la hoguera de sus llamas.
Fragor
terrorífico en el monte retumba
Del
arma asesina que culmina tu pasión,
La
incendiada pira y la torrencial lluvia
Piadosamente
cubrirán tu corazón.
Mientras
tu carne recibía la energía
Del
Espíritu Consolador fortaleciente,
Que
forjó las estrellas y engendró la vida,
Plenificándote por dentro de entereza.
El
aroma feliz y azul de tu holocausto
Ascienda
a Dios Padre y descienda luminoso
Entre
laureles y carmesíes amarantos,
A tu
Teruel, reverdecido y oloroso.
Para
que siga tras tus huellas decidido
Escapando
de corrupción y de ceguera,
Acogiendo
el silbo amoroso de su Obispo
Siguiendo
siempre el rastro de las rectas sendas.
Del
materialismo triunfando y la barbarie
Y
ascendiendo al bosque de luz y de palmeras
De
la ciudad de luz y paz inmarchitables
De
las verdísimas y dulces primaveras.
IV.
LA EXALTACION.
¡Oh sol esplendente, levántate gozoso,
Pasó
ya la negra tormenta tremebunda,
Cesaron
las amargas lluvias, los sollozos,
Y el
ajenjo del cáliz dio paso a la hermosura.
El
dolor del mártir expiarte y redentor
Se
ha convertido en fuente de ternura,
Para
que los verdugos confiesen su dolor
Y
lleguen al venero do mana el agua pura.
¡Vivas
banderas de florida primavera,
Cual
águilas solemnes alcen ya su vuelo,
Proclamad
el cantar de la victoria nueva:
Con la exaltación se “ha
acercado el alto cielo”!
V.
COLOFON.
Como
las nubes sólo duran un instante
Mientras
que el sol permanece todo el día,
Pasó
la noche y las angustias crepitantes
Y
amaneció ya el sol que alumbra a mediodía.
Racimos
de claveles más que la sangre rojos
Lloraron
contemplando tu vida destrozada,
Quienes
te amaron y te vieron con sus ojos,
Se
alborozan viéndola ya glorificada.
Porque
el rosal fragante e inmenso de tu amor,
Floreció
entre penas y tristes agonías,
Y se
alza solemnísimo con el alba en flor,
Triunfador
convertido en un ascua de dicha.
La
voluntad de Dios hizo breves sus días,
Como
las cortas horas de una flor hermosa,
Pero
los consumó hasta el fin como El quería,
Con
su vida fiel, entregada y generosa.
VI.
LA PRESENCIA.
La
presencia fiel de tus brazos extendidos,
Artífices
de virtudes evangélicas,
Haga
de Teruel hogar comprometido,
Siguiendo
con fidelidad las sendas rectas.
Se
nuestro pastor y guía en el camino,
Tu
luz espléndida y gloriosa nos conduzca
A
los sufridos, desterrados peregrinos,
Que
atraviesan aún las noches y espesuras.
VII.
CONGRATULACION.
¡Exulta,
Invicta Teruel, que mereciste
Recibir
el excelso don del gran consuelo,
Engalánate
para entrar en los jardines,
Porque con tu Obispo “está
más cerca el cielo”!.
ODA
MARTIRIAL A FELIPE RIPOLL Y ANSELMO POLANCO.
I.
LOS HERMANOS.
Como
se aman dos hermanos
Que
no se pueden separar,
Fray Anselmo y su Vicario
Suben
juntos al altar.
Juntos
en el pastoreo
Juntos
en el visitar
A
los pobres, los enfermos,
Y a
los hambrientos de pan.
Juntos
en el Seminario,
En
palacio episcopal,
En
San Miguel, su calvario
Y en
la de la ciudad Condal.
Juntos
en sus oraciones
Y en
el viaje final,
Donde,
sin contemplaciones,
El
calvario acabará.
Juntos
en Getsemaní,
Y
juntos maniatados.
Unidos
hasta morir
Cruelmente
acribillados.
Ya
les vuelan los disparos
Al
Pastor y al Mayoral,
Y ya
hoy reciben ambos
El
galardón martirial.
Padre
Anselmo, Don Felipe,
¡Qué
testimonio les dais
A
estas diócesis hermanas,
Que os pretenden imitar!
Como
Elías y Eliseo,
Como
San Pedro y San Pablo,
Cual
Clara y el Poverello,
Merecéis
el mismo salmo.
Anselmo
y Felipe juntos,
No
se pueden separar
Sus
cuerpos en este mundo,
sus almas unidas van.
Si
en vida y en muerte unidos
¿No
parece natural
Que
os inscriban, cual dos lirios,
Juntos en el santoral?
II.
ROSAS, INCIENSO, NARDOS.
Como
los granos de incienso,
Que
cuando los quema el fuego
Dan
su aroma más intenso,
Nube
perfumada fueron.
Como
antorchas que no brillan
Mientras
no arden sus llamas,
Estos
hombres son semilla
De
innumerables almas.
Botones
de nardo son
Que,
exprimido en el dolor,
Su
cuerpo se desangró,
Y el
nardo exhaló su olor.
Anselmo
y Felipe ya,
Como
hogueras incendiadas,
Y
dos capullos de paz,
Se
hacen rosas escarlatas.
Cuando
cerca de la meta,
Su
espíritu sin amagura,
Intuyó
la palma eterna,
Tras
la fiera noche oscura.
Cual
manojo de jacintos,
Han
florecido las penas,
Entre
aromáticos mirtos
De
vuestras vidas enteras.
III.
CUSPIDE.
La
tormenta de la noche
Tejió
de oro la mañana,
Y el
suplicio de aquel coche
Pasó
a luz glorificada.
Tras
un cruel anochecer
Llegó
presuroso el Señor
Con
vuestras flores de ayer,
Incendiadas
de dolor.
Y
vuestras pobres espigas
Convertidas
en jardín
De
rosas ya sin espinas,
Han
madurado por fin.
IV.
APOTEOSIS.
¡Gloria
a vosotros los dos,
Síntesis
de santidad,
E infudidnos a nosotros,
Constante fidelidad!
SACERDOTES,
RELIGIOSOS, RELIGIOSAS Y SEGLARES
Más de siete mil religiosos
fueron martirizados en aquellas jornadas de oprobio; 10.000 seglares fueron
fusilados. No es de extrañar que vean con ojos humanos, lo que se hace con ojos
de fe, elevando la figura de estos héroes que fueron fieles a su Redentor,
hasta dar su sangre por El, que la había dado antes por ellos y por todos en la
Cruz. Sus palabras se cumplen; “Si me han odiado a mí también os odiarán a
vosotros”. “Os perseguirán por mi causa. Os entregarán a los tribunales”. Pero
esto no se soporta. Esto es intolerable. Esto distorsiona su
planes diabólicos. Esto es abrir los ojos a la juventud narcortizada y al pueblo que pretenden mantener en la
mentira y la trapisonda. Satanás, el que es embustero desde el principio, mueve
los hilos con eficacia. Y ¡cuántos caen en sus redes! Por eso ahora el
Régimen no soporta que tales muertos sean conmemorados, porque deslucen la
memoria distorsionada y sectaria de aquella carnicería atroz.
EL
QUE SE PRETENDE DESAFÍO
Pero
la naturaleza del desafío que supone la beatificación de los mártires es de una
naturaleza mucho más honda. La llamada Ley de Memoria Histórica se funda sobre
una argamasa de rencor y apriorismos ideológicos falaces. Primero se establece
que quienes combatieron en el bando republicano lucharon por la democracia y la
libertad, cuando muchos de ellos combatieron por instaurar las más feroces
formas de tiranía imaginadas por el hombre; después se trata de mantener viva
su memoria para que sirva como acicate del resentimiento, y ese resentimiento
siga infectando la convivencia de los españoles y propagando la crispación que
siempre llega de los malos. La sangre de los mártires se alza contra este
propósito cainita. Pues quienes han sido beatificados no fueron asesinados por
ideología, ni por batallar en bandos políticos. Han derramado su sangre por la
fe.
LA
NUEVA MADRE DE LOS 7 HIJOS MACABEOS
Como
la madre de los siete hijos macabeos exhortaba a sus
hijos ante el martirio de cada uno y al último derramaba desde sus entrañas
toda su fe y ternura con estas palabras: Hijo mío, ten piedad de mi, que te
llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crié tres años y te he alimentado
hasta que te has hecho un joven. Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la
tierra, fíjate en todo lo que contienen y veras que Dios lo creó todo., No
temas a ese verdugo, no desmerezcas de tus hermanos y acepta la muerte. Así,
por la misericordia de Dios, te recobrare junto con ellos. (Macabeos
2, 7,27). Esta misma escena se actualizó aquel 25 de octubre en la Cruz
Cubierta de Alcira.
LA
RAÍZ DE DONDE PROCEDEN ESTAS AZUCENAS
El
23 de noviembre de 1872 Dios une en santo matrimonio a dos jóvenes de Algemesí, llamados Vicente Masià Ferragut, de 21 años de edad, y María Teresa Ferragut Roig, de 19 años. Ella
nació el 14 de enero de 1853, y fue bautizada aquel mismo día en la parroquia
de San Jaume Apòstol. La
educación que recibió de sus cristianos padres se manifestaría a lo largo de
toda su vida, siendo modelo de joven, de esposa y de madre, y cristiana
comprometida. Supieron formar un hogar con raíces profundamente cristianas.
MARIA TERESA FERRAGUT ROIG
Su
vida de piedad era muy intensa. Diariamente recibía al Señor, ayunaba todos los
días, fomentaba en su alrededor ese espíritu de vida sobrenatural que hace fácil
el servicio de Dios. En la amistad con la Beata Josefa Naval Girvés, virgen seglar de Algemesí,
se enardecían mutuamente sus almas. Procuraba templar anualmente su alma con
los ejercicios espirituales, fortaleciendo así su carácter, que la hizo
ejemplar como la mujer fuerte de la Sagrada Escritura. Fruto de su matrimonio
fueron nueve hijos, cuatro hijas monjas capuchinas de clausura y el único hijo
varón fue sacerdote capuchino
LAS
HIJAS MAYORES
Maria
Teresa: nació el 18 de septiembre de 1873. Ingresó en el convento de San Julián
de las Agustinas Ermitañas de Valencia con el nombre de Sor Concepción.
Falleció en 1927. Maria Felicidad, nació el 5 de Junio de 1876.
BEATAS MARIA JESUS MASIÁ FERRAGUT, MARIA
VERÓNICA MASIÁ FERRAGUT, MARIA FELICIDAD MASIÁ FERRAGUT
Nacieron en Algemesí (Valencia). Les administró la Confirmación en la
Parroquia de Santiago Apóstol de Algemesí, Monseñor
Sebastián Herrero y Espinosa de los Monteros, arzobispo de Valencia..Ingresaron en el convento de Capuchinas de Agullent (Valencia). Fueron martirizadas en Alcira
(Valencia) en el lugar llamado “Cruz cubierta”, el 25 de octubre de 1936.
TESTIMONIO
DE SU HERMANA PURIFICACIÓN
Su hermana Purificación,
dice que desde jóvenes ”frecuentaban los sacramentos,
y comulgaban cada día. Nunca se las vio en lugares públicos. Mi madre supo
educar a mis hermanas, inculcándoles el santo temor de Dios”, dice
Purificación, que vive aún, que la vida religiosa de las tres capuchinas fue
igual de santa. “Durante su vida en el monasterio observaban una conducta que
causaba la admiración de las otras monjas por su ejemplo, propio de su
profesión. A pesar de ser hermanas, no existía entre ellas distinción entre si
con respecto a las otras Las tres hermanas eran muy estimadas por la comunidad.
Su piedad era sólida y vigorosa, inculcada por nuestra querida madre. Eran
amantes del sacrificio y muy observantes del silencio, de la Regla y de las
Constituciones”.
TESTIMONIO
DE LA HERMANA BIENVENIDA AMOROS
La
hermana Bienvenida Amorós, monja del mismo convento, narra la vida de las mártires:
“Jamás oí crítica alguna sobre la actuación de estas religiosas. Eran de una
piedad sólida. Entregadas especialmente a la oración y a la presencia de Dios,
que reflejaban. Eran muy humildes y siempre dispuestas a sacrificarse por las
demás. Eran devotísimas de la Eucaristía y de la Santíssima
Virgen y, extraordinariamente, de la Pasión del Señor”.
Con
el triunfo de la República, en 1931, salieron del convento, permaneciendo en su
casa paterna unos dos meses. Al comienzo de la revolución de 1936, volvieron a
su casa de Algemesí, hasta el 16 de octubre, haciendo
vida de comunidad, completamente entregadas a la oración.
El
día 19 de octubre de 1936, a las cuatro da tarde, fueron detenidas por
milicianos: ellas y una religiosa agustina del
convento de Benigánim.
LA
MADRE ACTUALIZADA DE LOS MACABEOS
Teresa, la madre de las
monjas, no quiso abandonarlas y salió con ellas. Encarcelaron a las cinco
monjas en el monasterio de Fons Salutis,
que servia como cárcel, donde permanecieron ocho días serenas
y resignadas. Finalmente, derramaron su sangre por Cristo.
La noche del 28 de octubre,
domingo y festividad de Cristo Rey, los milicianos las condujeron a la
muerte. Quisieron dejar a la madre pero ella se opuso y quiso acompañar a sus hijas
y ser fusilada la última. Al verlas caer una tras otra, las animaba,, diciéndoles: “Hijas mías, sean fieles a su esposo
celeste y no quieran ni consientan los halagos de estos hombres”. Llevadas en
un camión al lugar llamado la “Cruz cubierta”, en dirección de Alcira,
allí fueron martirizadas. Los cuerpos de las cinco mártires fueron
enterrados en Alcira. Actualmente descansan en la parroquia de San Pío X de Algemesí.
TRASLADO
DE LA RELIQUIAS
Algemesí se había ido preparando con ilusión para el gran acontecimiento de la
“Solemne celebración de vísperas, con el traslado de las reliquias de las
Beatas Mártires, desde la Parroquia de San Jaime, hasta la Parroquia San Pío X,
en el Cincuentenario de las Parroquias de María Auxiliadora y San Pío X. Desde
la Parroquia de San Jaime, donde nuestras beatas mártires, habían ido creciendo
y madurando en su fe y en su compromiso cristiano.
El
templo estaba engalanado profusamente. A los pies del altar mayor, estaban
expuestas las cinco urnas con las reliquias de las beatas Mª Teresa Ferragut y las de sus cuatro hijas Sor Mª Jesús, Sor Mª
Verónica, Sor Mª Felicidad (Capuchinas) y Sor Josefa de la Purificación
(Agustina Descalza), bajo la mirada de la Mare de la Salud, Patrona de Algemesí. El coro cantó el canto “Apresadas y
llevadas a morir”.
TESTIGOS
DE CRISTO
Todos
fueron asesinados, única y exclusivamente, por profesar la fe católica, por ser
testigos de Cristo. La Iglesia no beatifica a curas trabucaires; ni a católicos
condenados a muerte por haber conspirado contra la República, ni a monjas
alborotadoras. El reconocimiento de la muerte martirial exige como condición
que no interfieran motivos de índole política; mártir significa «testigo», y
sólo quienes han sido asesinados por dar testimonio de su fe merecen tal
reconocimiento.
Y
aquí radica la naturaleza desafiante de aquellas muertes. Los mártires que han
sido beatificados podrían haber salvado su vida abjurando de su fe; pero su
entereza no tembló: entendieron que la fe y el amor a Cristo merecía el sacrificio
del don más valioso, la vida. Y entendieron también que ese sacrificio máximo
sólo sería valioso si imitaba el sacrificio redentor de Cristo en el Calvario
sangriento. Aquellos hombres y mujeres murieron perdonando a quienes los
mataban, murieron amando a quienes los mataban, seguros de que su sangre se
convertiría en fermento fecundo. Aquí radica la belleza de su sacrificio, la
escandalosa y subversiva belleza de su muerte: murieron con la alegría de
saberse amados por Jesús que iba a acogerlos en su seno, murieron amando a
quienes los odiaban, seguros de que ese amor derramado sobre la tierra no sería
baldío, sabían que el grano caído en la tierra daría mucho fruto, seguros de
que su sangre sería semilla de cristianos, como dijo San Cipriano y nos recuerda
el Vaticano II y sería cosecha fecunda de reconciliación. Conmemorar a aquellos
mártires significa reafirmar su voluntad de amor, exorcizar el odio, celebrar
la belleza de la vida que vuelve a florecer generosamente allí donde ayer se
sembró la muerte. Y significa, sobre todo, un desafío formidable para quienes
se alimentan con el veneno del rencor, los que ni creen ni aman a Dios. Los que
quieren borrarlo del horizonte, los que aún derribado el Muro de Berlín,
pretenden mantenerlo como la momia de Lenín, y los
que solapadamente se aprovechan de aquellas dictaduras en las que siembran a su
socaire, sus errores y falsedades.
EL
SIERVO DE DIOS EUGENIO JOSÉ SERRA MELIA
Testimonio
para el Proceso de Beatificación.
Sus
primeros pasos en Carpesa
Yo
tenía 13 años cuando don Eugenio José Serra Meliá tomó posesión de la
Parroquia de San Pedro Apóstol de Carpesa, sucediendo
al Cura Regente, Don Vicente Balanzá Devís, quien suscitó en mí la vocación sacerdotal y me
condujo al Seminario. El Párroco, Don José Valero Juan, se había retirado para
servir como Capellán a las Carmelitas Descalzas de Godella,
a quien visitábamos los domingos todos mis compañeros. Cuando llegó a Carpesa el nuevo Regente, yo estudiaba ya tercer curso de
Latín en el Seminario Menor de Valencia, Colegio de Vocaciones, dirigido por
los Operarios Diocesanos del Beato Manuel Domingo y Sol. Mis padres me contaban
la entrada del Cura Regente, que debió de ser el año 1934. Como feligrés, le
escribí una carta en latín que tuvo la delicadeza de corresponderme también en
un latín muy hermoso. Aquel año murió mi abuelo paterno y me contó mi padre
que, cuando le abonó el estipendio del funeral y el nicho del cementerio
parroquial, le entregó un regalo para su hijo seminarista.
El
coro parroquial
Su
apostolado más intenso lo enfocó en dignificar el culto por medio del canto,
para lo que formó un grupo de jóvenes cantoras que, con sus frecuentes ensayos,
muy costosos y meritorios porque ninguna sabía solfeo, lograron grandes y
admirables progresos, llegando a interpretar piezas a varias voces, incluso las
Misas de Haller a dos voces, una misa del maestro
Lorenzo Perossi y el “Exultate
justi in Domino”, que es el Salmo 32,1 a varias voces
de Ludovico Grossi da Viana,
cuya partitura manuscrita por él, guardo entre otras, como reliquias. He aquí
el texto del salmo, en latín y en castellano: Exultate,
justi, in Domino: rectos decet
collaudatio. Confitemini Domino in
cithara; in psalterio decem chordarum psallite illi. Cantate ei
canticum novum, “Aclamad,
justos, al Señor, que la alabanza es cosa de hombres buenos; dad gracias al
Señor con la cítra, tocad con honor el arpa de diez
cuerdas; cantadle un cántico nuevo acompañando los vítores con bordones”. Junto
con los Trisagios, Villancicos y alguna barcarola atesoró un extenso
repertorio.
Me encargó comprar los
dulces para el lunch
con que agasajó al Coro Parroquial el día final de las Cuarenta Horas, después
de haber celebrado con gran solemnidad y éxito los Trisagios de los tres días y
la procesión por la calle. Era pues generoso con quienes colaboraban con él.
Era muy querido. Su conversación era muy amena, por su gran sentido del humor.
Dignificó en gran manera las celebraciones e incluso encargaba a otros
sacerdotes que le sustituyeran en el altar para poder él dirigir el coro y
acompañarlo al armonium. Lo recuerdo en la sacristía
iniciándonos a los seminaristas en la predicación, hallazgo de los textos
bíblicos y comentarios, por ejemplo sobre la antífona: “El justo florecerá como
la palmera”, enseñándonos a hacer nuestra propias
interpretaciones y reflexiones. Interesante. Mi convivencia con él sólo
duró unas vacaciones.
Primera
Misa de Baldomero
En
junio de 1935, el día 29, fiesta de San Pedro, celebró la Primera Misa en Llaurí, su primo hermano, Baldomero Rubio Meliá y quiso que
yo, con otro seminarista de la misma parroquia, Vicente Gil Martí, ya
fallecido, fuéramos con él a Llaurí. El predicó el
sermón, del que sólo recuerdo que contaba el nacimiento de su primo y la frase
con que su padre transmitía la noticia: “Ha naixcut
un xiquet”. Eran cuatro los sacerdotes de Llaurí, a quienes martirizaron juntos en El Saler. Uno de ellos ya está en los altares, el Beato José
Toledo Pellicer, del que escribí mi testimonio para incorporarlo a su Proceso,
que incluyo para mayor información, dada la misma suerte de martirio que
siguieron: ¿Qué les diréis a nuestras madres? – “Les hemos dejado en buen
sitio” –respondieron. No sabían que decían, aunque criminal y sacrílega, la
mayor y mejor y más gloriosa verdad de su vida.
JOSÉ
TOLEDO PELLICER
El
Beato José Toledo Pellicer
Nunca hablé con él, pero le
vi, le vi bastantes veces.
Era natural del pueblo de Llaurí, en la provincia de
Valencia, que posteriormente pude visitar el día 29 de
junio del año 1935 en la primera Misa de Baldomero Rubio Meliá, a la que
asistí, acompañando como seminarista a su primo hermano, Don José Serra Meliá,
quien predicó en la celebración eucarística. Los cuatro fueron acribillados en
el mismo acto en el Saler, el año siguiente. –
Preguntaron a sus verdugos:“¿Qué les vais a decir a
nuestras madres, cuando os pregunten qué habéis hecho con nosotros?” Pero yo
conocí a Don José Toledo antes, porque era el ayudante del Director de la Schola Cantorum del Seminario
Conciliar de Valencia, Don Juan Belda Pastor, hijo de Bocairente,
también mártir. Yo, niño de 11 años, cantaba la voz de tiple,
y Toledo, la de bajo. No estábamos cerca en los ensayos, yo era un niño, y él
todo un hombre, apuesto, moreno, cerrado de barba, varonil, serio, voz
impresionante, activo y atractivo. Se encargaba de repartir los papeles al
comienzo de los ensayos. Es significativo que de entre los cincuenta que
formaban la Schola, sólo recuerdo su persona, su
rostro, su carácter, y la de nadie más, lo que demuestra su atractiva personalidad,
que impactó mi persona de niño. Entre otras piezas, ensayábamos el Ofertorio de
la fiesta del Corpus: “Sacerdotes Domini”, del
Maestro Ubeda, organista de la Capilla del
Patriarca de Valencia. Es un texto del Levítico, letra premonitoria y profética
en el caso de nuestro mártir: “Los sacerdotes del Señor han de ser santos para
su Dios, y no profanarán su Nombre, pues ellos son los que ofrecen los panes y
el incienso a su Dios (21,6). ¡Qué pronto iba a vivir lo que cantaba y dirigía,
al convertirse con sus tres compañeros en pan de Cristo, molido en la muela del
martirio, y en incienso que perfumó el altar del Señor! Construyó la Iglesia
mártir de Valencia, edificó a sus coetáneos y nos dejó una huella de santidad a
imitar. He visto a un mártir. He estado al lado de un mártir, he cantado con
él, y hoy me siento privilegiado y agraciado de poder hablarle familiarmente y
con confianza: ¡Beato José Toledo Pellicer, ruega por nosotros! ¡Por aquel tiple, por los que
queden de aquella Schola Cantorum,
por la Archidiócesis de Valencia, de la que eres una rosa martirial calificada.
Ruega porque el peligro sigue acechando y arrecia y necesitamos recobrar la
fuerza de vuestro heroísmo!.
AÑO
1936. JULIO.
Lo veía triste, triste,
profundamente triste. Silencioso, como abismado en el dolor. Como si lo
intuyera, había instalado un viacrucis nuevo en el
templo parroquial. Cuando le arguyeron que, como arreciaba la revolución se
exponía que fuera profanado y destruido, respondió que un Obispo se vistió sus
ornamentos solemnes para esperar a la muerte. ¿Pensaría él lo mismo al colocar
el Viacrucis?¿Preveía que él
lo iba a recorrer tan pronto? Parece que con su perspicacia y lucidez lo veía
venir. Pues cuando el 13 de julio fue asesinado el Jefe del Bloque Nacional,
Don José Calvo Sotelo, al que Dolores Ibárruri, La Pasionaria, había amenazado en el Congreso con
la conocida frase: Su Señoría morirá con las botas puestas, comentó con
desaliento: Va a comenzar. Le visité en el domicilio de la familia de Don
Antonio Estellés y Vicenta Martí, personas de gran
proximidad a la iglesia, y se le veía enormemente preocupado. También mi madre
le visitó allí para animarle y ofrecerle un regalo. Trasladarlo a su casa
paterna en Llaurí, fue su muerte. Desde allí
escribió una carta que guardo, en que habla enigmáticamente y con su ironía
característica, de los gatillos de las escopetas que amenazaban con no dejar
ninguna rata viva.
Amargura
del desalojo
En
la Casa Abadía precipitadamente retirábamos las cosas más significativas y
portátiles, a las pocas horas ya fue incautada por el Comité. Enseguida
quemaron las imágenes y los ornamentos en la plaza mientras comenzaba el
derribo de los altares y el volteo de las campanas por su triunfo. La iglesia
quedó convertida en almacén y garaje. Lo contemplábamos dolorosamente. Una
furia diabólica se había adueñado de los corazones de los hombres, antes
normales, de repente convertidos en fieras rabiosas. Yo pude llevarme a mi casa
los cuatro tomos del breviario de Don José, un copón pequeño y el cáliz de su
primera misa, que mi padre guardó durante toda la guerra y que devolvimos
después a su familia.
El
Grano que da fruto
Clandestinamente
durante toda la revolución Dios nos concedió la gracia de tener la eucaristía
en mi casa y proveer de sagradas hostias a varios feligreses de la Parroquia.
Mi tía, Dolores Ballester, hermana de mi madre,
Religiosa de la Pureza de María, llegada por traslado desde Palma de Mallorca a
Valencia unos días antes del 18 de julio, y forzada por la clausura y la quema
de los conventos a salir del colegio del Cañamelar, encontró su casa en la de
mis padres. Como todos los templos estaban cerrados y muchos sacerdotes
asesinados, sus numerosas amigas, se reunían en mi casa los domingos para
escuchar sus charlas religiosas, comentar las noticias de la guerra y, sobre
todo, para la hora santa que celebrábamos con el Señor expuesto en el coponcito
que yo pude salvar, guardado en un armario a guisa de capilla situado en su
habitación. Sobre nosotros, aquella parroquia clandestina, velaba
misteriosamente y fortalecía la sangre derramada del Párroco Don José Serra,
que llorábamos, mientras él seguía manteniendo y acendrando la fe de sus
feligreses, aquel pequeño rebaño. El haría posible nuestros encuentros
providenciales con Filomena Ferrer de Burjasot,
futura Obrera de la Cruz, cuyo Instituto no había nacido y Don VicenteGarrido, su Fundador, estaba escondido en una casa
de la huerta de Carpesa, con los sacerdotes Don
Vicente Lloréns y su hermano Don Antonio en su casa
de Godella; con Don Bernardo Asensi,
con quien nos confesábamos y cuyas misas oíamos, a quien y a las religiosas de
la Pureza dispersas y algunas reunidas en un piso en Valencia, ayúdabamos proporcionándoles alimentos en aquellos tiempos
aciagos, de hambre y de las lentejas, pastills del
Dr. Negrín. Así fue como Don Bernardo pudo asistir a
varios moribundos y alguna vez nos celebró la misa y nos predicó un santo
sacerdote, Don Rigoberto Oliver, a cuya casa escondite de Valencia fui a buscar
y acompañarle rehuyendo el camino normal.
Instalación
de la Reserva
Don Mariano Martí Sorlí, que salió del escondite donde había permanecido toda
la guerra, trasladó desde mi casa el Santísimo Sacramento para instalarlo en la
ermita de San Roque donde quedó reservado mientras se reconstruía la iglesia
parroquial. ¿No eran ya estos sucesos consoladores presagio de la nueva
primavera, espigas del grano caido chorreando sangre?
¿No era un milagro la perseverancia de mi vocación, a pesar de haber sido
detenido, disuadido y amenazado? - “Tiene suerte de que tiene 14 años, pero si
lo hubieran cogido los de la FAI, se habría quedado sin hijo, -le dijeron a mi
madre- . Téngase en cuenta que de los 65 seminaristas que ingresamos en el
curso 1932-33, sólo 2 volvimos al Seminario al final de la guerra ¿No había
escrito Tertuliano cuando las persecuciones de los tiranos del Imperio de Roma,
que la sangre de los mártires es semilla de cristianos: Sanguis Martyrum semen cristianorum?¿No estaba aquella sangre joven pregonando el brote de la
higuera, el arrullo de la alondra de la Glorificación?
El
martirio
El 10 de agosto de 1936 en
la playa de El Saler- Valencia, cayó asesinado junto
con José Toledo Pellicer, Coadjutor de Bañeres
(Alicante), nacido en Llaurí el 15/7/1909, Tomás
Peris, cura de Alcalá de la Jovada y Baldomero Rubio
Meliá, su primo hermano, coadjutor de Guadasequies.
Era su acción más grandiosa, la gesta mayor de su vida. Entregar su vida cruentmente por amor. Dejaba su herencia en Carpesa. El amor que había conquistado con su ferviente apostolado,
el sagrario nuevo, tan original que ilusionó y el Viacrucis
recién estrenados. Su habilidad para jugar con los nombres hacía el acróstico
con sus apellidos: el Serra Meliá, lo convertía en “Mel
í-ha en la Serra”. Ciertamente, desde aquel 10 de agosto, en la fiesta del
protomártir romano San Lorenzo, fulminada su carne con las balas a quemarropa,
saborea las mieles del banquete “en la sierra preparada para todos los pueblos
con un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera (Isaías, 25,
6) por las Bodas del Cordero de pie, aunque degollado” (Ap
5, 6). El Sagrario y el Viacrucis
que nos legó, pregonan el ideal de su vida y compendian su entrega sacerdotal y
matirial. El, como hombre justo había ya ensayado la
gran orquesta de su gloria con su Exultate justi para cantar el Cántico nuevo acompañado de cítaras,
de arpas y de bordones.
EL
CÁNTICO NUEVO RESUENA HOY EN TODA LA IGLESIA AL ESTALLAR EN ROMA
Es un misterio. Los
misterios no se explicaan. Se creen..Son
insondables. La alegría de tantos religiosos y sacerdotes, mucjhos
jóvenes con toda la vida por delante, cara al martirio no tiene explicación. El
perdón de sus verdugos, tampoco. Ni el estímulo en toda la Iglesia tampoco. Ni
nuestra gratitud de ser cristianos. Ni nuestro amor al Señor Jesucristo
tampoco. Para los que no tienen fe no hay explicación. Para los que tienen fe
no hacen falta explicaciones
Nuestro
grito hoy es colosal, arrebatador:
¡¡¡CRISTUS VINCIT., Cristus
regnat. Cristus IMPERAT!!!!
“NON
PRAEVALEBUNT! LAS PUERTAS DEL INFIERNO NO PREVALECERÁN”.
¡NO TEMÁIS. YO HE VENCIDO AL
MUNDO!
JESÚS MARTÍ BALLESTER
Sacerdote
Jesús
Martí
Ballester
Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant
www.caminando-con-jesus.org
p.s.donoso@...
Aclaració Important: aquesta pàgina no pretén condemnar ningú, ni dir que uns van ser els bons i els altres els dolents. Sols pretén mostrar la valentia admirable d’aquells i aquelles que van donar la vida per defensar la seva FE. A la guerra civil hi va haver atrocitats als dos costats. I després de la Guerra hi va haver la lamentable repressió franquista amb les seves pròpies atrocitats, davant les quals l’Església, que sortia d’un persecució terrible, no va ser prou valenta per denunciar-les amb contundència.)