Beata
Madre
JOSEFINA SAULEDA PAULÍS (Buenaventura Sauleda Paulís) OP
Su hermano Antonio, que vio el cadáver, declaró: "Lo más desfigurado de ella era el rostro, las facciones de la cara estaban completamente masacradas; era un "montón de carne"". Señal inequívoca que había sido torturada cruelmente.
(Aclaración importante: esta página no pretende condenar a nadie, ni decir que unos fueron los buenos y los otros los malos. Sólo pretende mostrar la valentía admirable de aquellos y aquellas que dieron su vida para defender su FE. En la Guerra Civil hubo atrocidades en los dos lados. Y después de la Guerra hubo la lamentable represión franquista con sus propias atrocidades, delante de las cuales la Iglesia, que salía de una persecución terrible, no fue suficientemente valiente para denunciarlas con contundencia.)
[Sant Pol de Mar, 30 julio 1885 – Barcelona, 1 septiembre 1936] Dominica de Nuestra Señora de Monte Sión. Enterrada en el monasterio de Esplugues de Llobregat.
Sor M. Josefina (Na Ventureta) nació en San Pol de Mar el 30 de julio de 1885. Décima hija
de los esposos Victorià Sauleda i Roura y Josepa Paulís i Roura -primos hermanos-,
quienes habían contraído matrimonio el 5 de enero de 1867 en la ermita de san
Francisco de Paula, de La Havana. Del matrimonio nacieron doce hijos. Los seis
primeros en La Havana y los otros en San Pol de Mar. Fue bautizada en la Iglesia
parroquial de san Jaume, de San Pol de Mar, el 5 de agosto, a los seis días de
vida. Le fue impuesto el nombre de Ventureta Marta Francisca. Recibió el
sacramento de la Confirmación en su pueblo natal el 14 de junio de 1887, a la
edad de dos años, de manos del Obispo de Girona Mons. Tomás Sivilla. Realizó su
primera comunión el 23 de mayo de 1897, a los doce años.
Nacida en un hogar profundamente cristiano, en su casa comenzó a conocer y a
amar a Jesús. La madre les enseñaba a todos sus hijos la señal de la cruz y las
primeras oraciones y a tener diálogos con el Señor. Llegada la edad escolar, sus
padres la llevaron a la Escuela de las Hermanas Dominicas del P. Coll -de la
Anunciata-, que tenían un Colegio en San Pol. Era una buena estudiante
A medida que iba creciendo, Ventureta iba recibiendo una educación de acuerdo
con la posición de la familia. Hacía notables progresos en la música. Y en aquel
colegio se encontraba bien junto a las religiosas. Alguna vez había pensado que
también a ella le gustaría serlo.
Llega un momento en que tiene clara la llamada de Dios a la vida religiosa y su
director espiritual la anima a decidirse confiadamente y con generosidad. Pero
la decisión no fue fácil. Ventureta pensaba entrar en el Instituto del P. Palau,
de vida activa. En cambio, su hermana primogénita, había ingresado al monasterio
de monjas contemplativas de Monte Sión. Y le proponía que también ella abrazase
esa regla de vida. Ventureta decidió realizar ejercicios espirituales.
Terminados los mismos, comunicó a su hermana Sor Merce la decisión: ser
contemplativa y dominica. El 19 de enero de 1905, a los diecinueve años, ingresa
al Monasterio de Monte Sión, de Barcelona. Al cabo de dos meses y después de
realizar los ejercicios espirituales, viste el hábito dominicano. Era el 12 de
marzo de 1905. Un año más tarde, el 24 de marzo de 1906, realiza su profesión
simple. Y tres años después, el 12 de abril de 1909 emite sus Votos Solemnes.
Fue elegida priora el 21 de junio de 1929. Reelegida en 1932. Maestra de
novicias en 1935.
Llega el 19 de julio de 1936. El ambiente ya se había enrarecido contra la
Iglesia y los religiosos. La M. Josefina tenía bien asumida la mística del
martirio. Las crónicas de la casa dicen: "Era el 19 de julio, un domingo. La
comunidad reunida en el coro terminaba el rezo de los Maitines y Laudes. Daban
las cinco de la madrugada. Las monjas continuaban silenciosamente la plegaria
personal cuando pasado un cuarto de hora, una descarga de metralla se producía
en torno al convento... Silenciosas y sobrecogidas de espanto nos mirábamos sin
saber a qué atribuir aquel estruendo... la Revolución había estallado, y el
general Goded quedó derrotado. Barcelona quedaba en manos del Frente Popular. Se
abrió la iglesia para la misa del domingo, pero nadie compareció... Horas más
tarde llegaba el triunfo comunista. Por la noche nos retiramos a la celda,
cuando un urgente aviso de los vecinos protectores nos obliga a salir
inmediatamente". Esa noche, llevándose el Santísimo y pasando del monasterio a
una casa vecina por las azoteas por una clase de pasera de madera, las monjas
abandonaron el monasterio. Los vecinos les dieron acogida. Al día siguiente
volvieron al monasterio. El capellán celebró la Eucaristía.
Era el lunes 20 de julio. El día anterior habían comenzado los asesinatos de
eclesiásticos y los incendios de los templos. El capellán del monasterio ordenó
a las monjas que salieran de la casa y buscaran un hogar amigo dónde refugiarse.
La M. Priora, junto a otras monjas se alojaron en un departamento vacío cerca
del monasterio, al cual días antes, en previsión, habían trasladado algunas de
sus cosas.
El martes 21 al mediodía una multitud de milicianos y milicianas se concentraron
frente a las puertas del monasterio, lo asaltaron y comenzaron la destrucción y
el incendio. La M. Priora y las otras monjas que estaban que estaban con ella
pudieron observar la escena desde el departamento cercano al monasterio donde se
encontraban: Rambla de Catalunya, 119, primer piso.
Al cabo de pocos días, hubo una requisa en el departamento. La perspicacia del
capellán, que se hizo pasar por el dueño de casa, la burló. Pero hacía falta
buscar otro lugar. Convencieron a la M. Priora, ya de cierta edad, para que se
fuera a su pueblo, Sant Pol. La M. Josefina se quedaría en Barcelona y tendría a
cargo la comunidad.
Con la ayuda del portero y sacristán del monasterio, la M. Josefina había
alquilado una vivienda para alojar a las religiosas que no tenían familia ni
casa fija. El lunes 31 de agosto acompañada de Sor Carmen Carretero, salió del
nuevo refugio para ir a recoger algunas pertenencias que habían dejado en el
anterior. Las dos religiosas pasaron por delante de su monasterio, ahora
incendiado y expoliado y no pudieron contener una mirada de lástima y una
lágrima sutil. Un grupo que había por los alrededores se da cuenta de la
reacción y sospechar que eran monjas. Acto seguido, se le comunicó al Comité,
que se había instalado en el monasterio. Mientras las dos monjas se encontraban
en el departamento recogiendo sus pertenencias, una patrulla de ocho milicianos
armados ingresó al edificio a hacer una requisa. La M. Josefina no se dio cuenta.
Bajó del primer piso y tocó el timbre para despedirse de la Sra. Ballester,
benefactora de la comunidad. La señora de la casa, sospechando que podía ser
alguna de las religiosas que habían a ido al piso superior, dijo con voz fuerte
a la chica de servicio: "Diga a esta señora que ahora no entre, que no estoy por
atenderla". Pero los milicianos que hacían guardia replicaron: "Sí, que entre,
que entre, es a ella a la que buscamos". Serían alrededor de las ocho de la
mañana del lunes 31 de agosto.
La detuvieron y, amenazándola con armas, la llevaron. Acto seguido, empezó un
largo interrogatorio de doce horas ininterrumpido. Se pensaban que era la
priora del monasterio y que sabía dónde estaba escondido el tesoro y que
conocía el paradero del capellán de la casa y de las otras monjas de la
comunidad. La M. Josefina, durante el largo interrogatorio, no dijo nada que
comprometiera a nadie. Los milicianos de aquel improvisado "tribunal" no eran
personas relevantes. El único que permaneció todas esas horas, interrogando
incansablemente quien hacía de cabecilla, un hombre culto. La trataba con mucha
dureza. Ante el silencio de M. Josefina, los milicianos decían: "Qué terca; pero
ya la pagará". Hacia las ocho de la noche, desesperados porque no le habían
podido sacar ninguna palabra, los milicianos la obligaron a que los siguiera.
Bajaron las escaleras. Al llegar a la puerta, la M. Josefina vio el coche
preparado. Sintió un fuerte escalofrío. Tenía miedo de ir con aquellos hombres.
Les dijo: "Si habéis de matarme, ¿por qué no lo hacéis aquí mismo?". Los
milicianos la acallaron y la obligaron a subir al coche. Cerraron las puertas y
emprendieron la marcha. Nada más se supo.
Al día siguiente, 1º de septiembre, su cadáver apareció en el hipódromo. Encima
del cadáver había colocado un cartel que decía: "Esta es la priora de las
Dominicas de Monte Sión y su apellido es Sauleda" El cartel permitió
identificarla. El cadáver fue conducido al depósito judicial del Hospital
Clínico. Allí lo encontró y lo reconoció el portero y sacristán del monasterio.
Quedó horrorizado al contemplarlo. Días más tarde, perseguido, también moriría
martirizado.
Avisada la familia, hicieron las gestiones por dar sepultura al cadáver de la M.
Josefina. Su tío Antonio, que vio el cadáver, declaró: "Lo más desfigurado de
ella era el rostro, las facciones de la cara estaban completamente masacradas;
era un "montón de carne"". Señal inequívoca que había sido torturada cruelmente.
El tío la reconoció por el vestido que llevaba, que era el mismo que se había
puesto unos días antes para hacerse un fotografía para la documentación
personal. La familia colocó el cadáver de la M. Josefina en un nicho particular
al cementerio viejo de Barcelona.
Años más tarde se conocieron más detalles de los últimos momentos de la M. Josefina. El cadáver presentaba un tiro que le había atravesado la cabeza y se la había destrozado completamente. Por eso le colocaron el cartel, los verdugos, a fin de que pudieran identificarla. La mandíbula superior estaba desencajada, y todo el rostro rasgado. Estas dos últimas heridas no podían haber sido provocadas por el proyectil que le atravesó la cabeza y le hizo explotar la cavidad craneal. Para causarlas se habían utilizado otros instrumentos de tortura.
Acabada la guerra civil, en una revista apareció un artículo sobre los mártires de la revolución marxista en España. Y una persona se declaraba autor de diversos asesinatos, entre ellos el de la M. Josefina. Explicaba que no podía sacarse de la memoria aquella noche en la cual lentamente y cruelmente la M. Josefina fue torturada. Detenido el torturador, éste se arrepintió de todos sus crímenes y pidió sinceramente perdón a Dios y a los hombres antes de morir ejecutado. Según su declaración, la M. Josefina fue cruelmente martirizada; expiraba a la madrugada; durante la tortura rogaba por España y por sus verdugos. El torturador -que era el que hacía de cabeza del tribunal- fue el que se ensañó con la M. Josefina.
Fuente: C. Febrero Grimalt, OP "Memorias una aventura de fe y de amor".
Capítulo sobre el martirio de la M. Josefina
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Texto publicado en la web del Obispado de Sant Feliu junto con las biografías de los otros 5 mártires vinculados a nuestro obispado, beatificados en Roma el pasado 28 de octubre de 2007 (la beatificación más numerosa de la historia: 498 mártires de la fe. Su fiesta es el día 6 de noviembre).
http://www.bisbatsantfeliu.org/delegacions/liturgia/2007/071021Beatificacions.html
Notas:
- El monasterio de las Dominiques de Monte-Sió,
en la Rambla Catalunya, es ahora la parroquia de Sant Ramon
de Penyafort.
Las hermanas Dominiques se trasladaron a
Esplugues de Llobregat el año 1947.
(para
contactar el monasterio: información en la web del Obispado de
Sant Feliu de Llobregat).
- Claustro de las Dominicas de la Virgen de
Monte Sión, en Esplugues de
Llobregat. El Claustro fue trasladado desde el convento de Barcelona, en
la Rambla Catalunya. En torno a este claustro, sin duda, la Beata
Josefina Sauleda rogó muchas horas y fortaleció su
fe. Eso la hizo valiente para dar, con la ayuda de Dios, un
testimonio tan heroico de esta fe.
- Enlaces de interés:
- Mártires de la familia dominicana
- Vídeos de la Beatificación de los 498 mártires en Roma y sobre los mártires de la familia dominica
- Los monasterios de Cataluña: Convento de Santa Maria de Monte Sión
Persecuciones actuales contra los cristianos en el mundo:
- Cristianos de Corea del Norte son fuertemente perseguidos en estos días
- Más de la mitad de los cristianos ha dejado Irak desde 2003
Correcciones de la versión original publicada en la web del Obispado de Sant Feliu de llobregat:
En el último párrafo, la frase en negrita es nueva:
Acabada la guerra civil, en una revista apareció un artículo sobre los mártires de la revolución marxista en España. Y una persona se declaraba autor de diversos asesinatos, entre ellos el de la M. Josefina. Explicaba que no podía sacarse de la memoria aquella noche en la cual lentamente y cruelmente la M. Josefina fue torturada. Detenido el torturador, éste se arrepintió de todos sus crímenes y pidió sinceramente perdón a Dios y a los hombres antes de morir ejecutado...
Se ha omitido, en la frase anterior, la referencia incorrecta al lugar de la tortura: "el principal de la Rambla Catalunya 119", pues se desconoce realmente el lugar exacto.